domingo, 10 de abril de 2016

un país (des)dibujado



Quiero pensar que mi país es “ese” que se hace presente en el Hospital Gregorio Marañón en Madrid, donde está una madre con sus hijitas, una de ellas, de 9 años con unos ojos que enamoran de nombre Stephanie, quien a pesar de estar enferma de Leucemia y llevar un “traje de hospital” mantiene intacta su hermosa sonrisa. Su madre, Dayana me dijo que había encontrado “ese país que éramos” en tantos venezolanos que le han contactado personalmente, por teléfono o las redes sociales. Después de varios días de noticias terribles, sin poder imaginar siquiera lo que ha de ser tener un hijo con Leucemia, sentir la calma de Dayana y el agradecimiento a Dios y la vida, es sin duda un pedacito de oasis.

Hoy mientras hablaba con mi madre, mi hermana me comentaba que un padre quien tiene a su hijo en el Hospital Pediátrico en Barquisimeto, lleva insumos para los demás niños. También me mencionó un chico que ha creado una fundación en la misma ciudad que “busca la interacción y protección de la naturaleza”, a través del senderismo, a Alejandro Blanchard le encuentro en su web y las redes sociales con una luz en la mirada donde descubro “ese” país que pierdo tantos días. Seguramente estamos llenos de estas historias. Tengo la certeza que mi Venezuela existe tras las fotos de mi querida Maracay que me envía hoy mi hermana mayor, para recordar la ciudad donde viví tantos años, donde nació mi hijo…veo a “su equilibrista”, una “estatua aérea” que cuelga sobre un cable como si retara la vida, distingo en las imágenes el vendedor de jugo de caña, los árboles verdes de una “ciudad jardín” que se mantiene bajo la atenta mirada del Parque Nacional Henri Pittier.

Tener que ir a un buscador con las palabras “buenas noticias” y “Venezuela”, y apenas conseguir algo, es lo que podríamos esperar de estos más de 17 años de dictadura, llena de una represión infinita. Ciertamente mi Venezuela está desdibujada, perdida entre tanta violencia, las muertes pasan a ser números de una estadística fatídica, sin lugar a dudas mi patria vive sus horas más aciagas. Pero a pesar de ello sé que Venezuela está llena de personas anónimas que trabajan día a día por ese país en el que creen. Hoy me descubro pensando en los míos quienes para mí son el mejor ejemplo de lucha constante, de ese país en contrasentido. Debo recordarlos porque vale la pena hacerlo, debo mencionarlos porque su labor es importante, a pesar de tanto, sus historias han de ser contadas porque forman parte de lo que hemos sido, somos y seremos.

Cierro los ojos y recuerdo hace unos años a mi hermana menor recortando, en horas de la noche, “cartulinas” con las siglas ROP, ante mi pregunta para qué eran, me contaba sobre la labor de varios médicos neonatólogos como ella, más otros especialistas como oftalmólogos, cirujanos, enfermeras, quienes estaban en el Programa Nacional de Prevención de Ceguera Infantil por Retinopatía de la Prematuridad, al que “le ganaron” en 2007. El programa ROP nace bajo la iniciativa del Dr. Pedro Mattar Neri en 2005 y actualmente está en diferentes hospitales de 10 estados de Venezuela. Herme, como le decimos en casa mi hermana menor, recuerdo salía tempranísmo, antes de las 6:30 de la mañana para llegar al Servicio de Neonatología, del que ahora es Jefe, a fin de colocar aquellas cartulinas “ROP” en las incubadoras de bebés prematuros, debían estar identificados para ser valorados una vez a la semana, también me nombraba los oftalmólogos que revisaban los “prematuritos”, y de las operaciones que se llevaban a cabo en diferentes partes del país. Una labor que han venido desarrollando ininterrumpidamente y ad honorem, con una gran mística, amor por lo que hacen, pero sobretodo, por esos seres pequeñitos quienes gracias a ellos pueden “ver”, el diagnóstico y tratamiento de la retinopatía del prematuro a tiempo previene una ceguera, que sin el trabajo de esos profesionales, sería más que segura.

Muy probablemente, la labor de quienes están en el Programa de ROP ha sido reconocida por diferentes medios, por profesionales de distintos ámbitos, por los padres de esos niños, pero muy especialmente por ellos. Siempre llevo conmigo la feliz y bella imagen de mi hermana junto a ese chiquitito que, si no mal recuerdo (ella fijo me corregirá), fue el primero en ingresar con menos de 1kg de peso al Servicio, gracias a su insistencia. Actualmente Jorge Andrés lleva gafas (lentes), y hace cinco años (creería que ahora rondará los 10), recitaba el Salmo 23 junto a sus papis en una entrevista que les hicieron en una radio de la ciudad, "El Señor es mi Pastor, nada me falta". 

Flaca: gracias por recordarme hoy que "ese" país sí que existe. 





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